sábado, 31 de enero de 2009
jueves, 29 de enero de 2009
martes, 27 de enero de 2009
Nunca sabes...
Nunca sabes cual es el límite de un vértigo, ni donde empiezas a mirar desde arriba, a vista de pájaro tu vida.
f
domingo, 25 de enero de 2009
viernes, 23 de enero de 2009
Es curioso
miércoles, 21 de enero de 2009
lunes, 19 de enero de 2009
domingo, 18 de enero de 2009
viernes, 16 de enero de 2009
Así...
jueves, 15 de enero de 2009
A veces...
miércoles, 14 de enero de 2009
De José Ángel Valente
Un torso de mujer desnudo en el espejo
como fragmento de un desconocido amor.
Y ahora quién podría
descifrar este signo,
reconstruir lo nunca ya después vivido,
reanimar, exánime, el adiós.
lunes, 12 de enero de 2009
Me gustaría
Me gustaría a veces desaparecer...que nadie volviera a pensar en mi...que nada de lo que me duele trascendiera porque yo fuera entonces transparente, gaseoso, nítido en el horizonte, tan sólo como un rayo de sol, como un rayo de luna, fugaz como un sueño...
sábado, 10 de enero de 2009
viernes, 9 de enero de 2009
jueves, 8 de enero de 2009
miércoles, 7 de enero de 2009
martes, 6 de enero de 2009
lunes, 5 de enero de 2009
domingo, 4 de enero de 2009
De Ángel González
Canción de invierno
Cuando es invierno en el mar del Norte
es verano en Valparaíso.
Los barcos hacen sonar sus sirenas al entrar en el
puerto de Bremen con jirones de niebla y de hielo
en sus cabos,
mientras los balandros soleados arrastran por la superficie del Pacífico Sur
bellas bañistas.
Eso sucede en el mismo tiempo,
pero jamás en el mismo día.
Porque cuando es de día en el mar del Norte
—brumas y sombras absorbiendo restos
de sucia luz—
es de noche en Valparaíso
-rutilantes estrellas lanzando agudos dardos
a las olas dormidas.
Cómo dudar que nos quisimos,
que me seguía tu pensamiento
y mi voz te buscaba -detrás,
muy cerca, iba mi boca.
Nos quisimos, es cierto, y yo sé cuánto:
primaveras, veranos, soles, lunas.
Pero jamás en el mismo día.
viernes, 2 de enero de 2009
jueves, 1 de enero de 2009
De Pablo Neruda
Poema 13
He ido marcando con cruces de fuego
el atlas blanco de tu cuerpo.
Mi boca era una araña que cruzaba escondiéndose.
En ti, detrás de ti, temerosa, sedienta.
Historias que contarte a la orilla del crepúsculo,
muñeca triste y dulce, para que no estuvieras triste.
Un cisne, un árbol, algo lejano y alegre.
El tiempo de las uvas, el tiempo maduro y frutal.
Yo que viví en un puerto desde donde te amaba.
La soledad cruzada de sueño y de silencio.
Acorralado entre el mar y la tristeza.
Callado, delirante, entre dos gondoleros inmóviles.
Entre los labios y la voz, algo se va muriendo.
Algo con alas de pájaro, algo de angustia y de olvido.
Así como las redes no retienen el agua.
Muñeca mía, apenas quedan gotas temblando.
Sin embargo, algo canta entre estas palabras fugaces.
Algo canta, algo sube hasta mi ávida boca.
Oh poder celebrarte con todas las palabras de alegría.
Cantar, arder, huir, como un campanario en las manos de un loco.
Triste ternura mía, qué te haces de repente?
Cuando he llegado al vértice más atrevido y frío
mi corazón se cierra como una flor nocturna.