lunes, 29 de noviembre de 2010

De Pere Gimferrer




Llevan una rosa en el pecho los enamorados y suelen besarse...

Llevan una rosa en el pecho los enamorados y suelen besarse
entre un rumor de girasoles y hélices.

Hay pétalos de rosa abandonados por el viento en los pasillos
de las clínicas.

Los escolares hunden sus plumillas entre uña y carne y oprimen
suavemente hasta que la sangre empieza a brotar.
Algunos aparecen muertos bajo los últimos pupitres.

Estaré enamorado hasta la muerte y temblarán mis manos al
coger tus manos y temblará mi voz cuando te acerques
y te miraré a los ojos como si llorara.

Los camareros conocen a estos clientes que piden una ficha
en la madrugada y hacen llamadas inútiles, cuelgan
luego, piden una ginebra, procuran sonreír, están pensando
en su vida. A estas horas la noche es un pájaro azul.

Empieza a hacer frío y las muchachas rubias se miran temblando
en los escaparates. Un chorrear de estrellas silencioso se
extingue.

Luces en un cristal espejeante copian el esplendor lóbrego de
la primavera, sus sombrías llamaradas azules, sus flores de
azufre y de cal viva, el grito de los ánades llamando desde
el país de los muertos.


domingo, 21 de noviembre de 2010

De Félix Grande




El vino a solas, la memoria ardiendo



Sombra, qué tarde llegas y te vas qué temprano.
Te has sentado en mis sillas, perfumando mi pieza.
Llovían mis propios años sobre mi pelo cano.
Discretamente heme revolcado en tristeza.
Sagrada es la inocencia con su olor a verano,
y con su olor a mundo sagrada es la belleza.
Vienen toros de nieve lamiéndome la mano;
y el Tiempo, en la ventana aplasta su cabeza.
Delicada catástrofe; desgracia taciturna.
La escasa fe maltrecha que queda se embadurna
en interrogaciones sin futuro ni afán.
Y me he quedado solo, sin sombra, mortecino,
rebuscando calor en mi aterido vino.
La vida nos engaña, las cosas se nos van.




martes, 16 de noviembre de 2010

Después de nosotros




Después de nosotros creció la hiedra.
Se escuchó nítido el sonido cadencioso de una campana,
cada zureo de paloma o el vuelo de un mirlo
traía en el aire la verdad del tiempo.
Así como de mi boca salió un gemido
y una larga caricia de mis dedos
buscó en tu espalda
una senda desconocida
pero siempre cercana a la pasión y al arrebato,
la tarde, lenta e inexorable nos fue llevando,
vadeando una a una todas las palabras,
desde el ayer a un mañana prendido a los silencios.


viernes, 5 de noviembre de 2010

De Odysseus Elytis




Clima de la ausencia

I

Todas las nubes a la tierra se confesaron
Tomó su puesto una pena mía

Y entre mis cabellos cuando se puso melancólica
La mano impenitente

Quedé atado en un nudo de tristeza.


II

La hora se olvidó atardeciendo
Sin recuerdos
Con su silente árbol
Hacia el mar
Se olvidó atardeciendo
Sin un aleteo
Con su vista inmóvil
Hacia el mar
Atardeciendo
Sin amor
Con su boca inflexible
Hacia el mar

Y yo - en la Serenidad que he hechizado.


III

La tarde
Y su imperial aislamiento
Y el cariño de sus vientos
Y su temerario destello
Nada que no venga Nada
Que no se marche

Todas las frentes desnudas

Y por sentimiento un cristal.